El Fin de una Era

Que acabe una era no significa que el Barça vaya a estar luchando el año que viene por meterse en la Europa League y caiga eliminado a las primeras de cambio en la Champions. No, no es eso. El fin de una era significa que el ciclo ganador, la excelencia rutinaria a la que ha llegado el Barça, sí puede acabar con la salida de Pep, el verdadero mejor entrenador del mundo

Muchos de vosotros quizás penséis o queráis pensar que este grupo de jugadores es tan bueno que no importa que cambie el entrenador, porque seguirán manteniendo el mismo nivel. Seguramente es lo que se intentará vender desde el club y lo leeremos en la prensa casi a diario. Más allá de los nombres que suenan -algunos de ellos demenciales- creo que esto no es posible. No lo es porque para llegar donde ha llegado el Barça no se requiere únicamente ese increíble grupo de futbolistas; al margen de cuestiones meramente deportivas influyen factores esenciales como la motivación, el compromiso, la confianza y la identificación.

Éste es el equipo de Guardiola, no sería justo decir que se construye desde cero porque poco antes se había ganado una Champions, pero con Pep el equipo renace. Pep llega y decide cargarse a los tres cracks del equipo y esto ya es totalmente sintomático de lo que quiere y de lo que supone para el Barça. Quien venga a sustituir a Pep sabe que éste es el equipo de Pep, con todo lo que conlleva, con todo lo que cargada que va esa mochila.

Como decía, el éxito del Barça no se ha fundamentado solo en aspectos deportivos, no se trata solo que llegue Pep y haga que un jugador que estaba en el debate de ser el mejor del mundo lo esté ahora en el de ser el mejor de la Historia. No se trata solo de jugar como seguramente jamás se había hecho antes y, lo que es más importante, hacerlo casi cada día. Pep es Barça y esto los jugadores lo saben cuando saltan al campo. Sabes que el entrenador lo siente tanto como tú y si eres un Cuenca, un Tello, un Busquets o un Pedro tienes casi la certeza de que sin Guardiola no estarías donde estás. La motivación es fundamental para perseverar en el éxito, para no ahogarte en tus propios triunfos.

Luego está el factor confianza. Pocos, o ningún entrenador, ha tenido antes el respeto y la veneración absoluta de la que ha gozado Pep: entre los jugadores, entre la prensa, entre la afición, aunque -paradójicamente- menos entre la junta directiva actual. Este nivel extremo de respeto y confianza permite que Pep siente a Villa para poner a un tal Cuenca. Permite jugarte la Champions contra el Milan y dejar en el banco a Alexis, que ha sido uno de los mejores de la temporada. Permite ir a Stamford Bridge y sentar a Cesc porque, claro, ¿cómo va a enfadarse Cesc con Guardiola?. Permite hacer todas estas cosas sin que el equipo se descomponga o se rebote única y exclusivamente por la autoridad moral, deportiva y también en el plano humano que tiene el entrenador. Estamos a dos días de que Xavi tenga que empezar a ser suplente con regularidad y seguramente también Puyol y este tipo de decisiones si el entrenador que las toma es un tipo que los jugadores saben que está en el Barça trabajando -y no viviendo y viviéndolo como lo hace Pep - puede que no se asuman con tanta naturalidad. 

Con Pep no se va solo un entrenador; con Pep se va un trozo del Barça. No hay entrenador como él en el mundo -así, en genérico- y desde luego no hay ni habrá entrenador como él para el Barça. Su legado numérico, en forma de títulos, es inmenso; su legado sentimental, simbólico, inmaterial, de prestigio, lo es todavía más. Eso lo que hace tan grande a Pep,  eso es lo que hace tan triste el día de hoy.

Gràcies, Pep ...

lebowski